Infatuación


Nuestra condición de Isla puede ser tan idílica como desesperante. Luego de mucho sin salir del 100 x 35 decidí volar hacia el sur, específicamente a Colombia. Junto a unas queridas amigas comenzamos un recorrido cuasi mochilero por distintas ciudades que iban desde la costa hasta la capital, del calor al frío.  
Cada vez que salgo de Puerto Rico me enfrento a comparaciones involuntarias y subconscientes. “Ay si esto se parece al Viejo San Juan”,  “Esto es más o menos como el Condado”, “Un Yunque agrandado” y así decenas de comparaciones que llegarían a hastiar hasta al más boricua. Más allá del apego que se suele tener al lugar de origen, la experiencia de estar en otro país y conocer sus costumbres, tradiciones, lugares históricos y gastronomía; es invaluable.
Salí de Puerto Rico preocupada por la criminalidad, los políticos bastardos, el pésimo servicio al cliente, la desesperación de visitar una oficina de gobierno y de los malditos tapones que le chupan la alegría a cualquiera. Llegué a Colombia  y si bien no me topé con tráfico pesado, coincidí con unos taxistas kamikazes que  dejaban con el corazón en la boca al más fiebrú. Cada curva o cambio de carril era una oportunidad para dar gracias por seguir con vida y recordar en mi mente “bien está Andy, pa’ lo malo que guían aquí”.
Me fui de mi patria pensando que nuestro servicio al cliente era malísimo, para encontrarme con uno peor. Donde me maravillaba la falta de orientación al turista y el desdén con el que nos hablaban en muchos lugares. Vi como muchos viven con pánico por la criminalidad rampante, caminé en un paro por los derechos de los maestros por justicia salarial, vi la nueva serie en TV de Pablo Escobar y leí mucha noticia enfocada  en corrupción. En otras palabras, era el mismo perro con diferente collar.
Por más que lea periódicos en línea de Argentina, Colombia o España y vea que la corrupción, la crisis económica y la criminalidad están en todos lados, no es hasta que brinco el charco que veo nuestros problemas menos complejos.
Colombia es una gran nación llena de atributos y gente buena. Que después de tanta histeria entre los mismos colombianos que nos recomendaban coger solo ciertos taxis o andar pendientes a todos lados, no pasamos ningún susto, más bien, fuimos alertadas por un taxista para devolvernos algo que se nos había quedado o para recomendarnos lugares de interés.
Cada cultura tiene sus características y respeto las de Colombia, pero somos tan diferentes. A veces les decía –cuando me respondían alguna de nuestras dudas como si fuéramos nativas y supiéramos- que venía de un país donde si hay un turista perdido lo ayudan con una sonrisa y hasta tratan de hablar su idioma; si es inglés, pues inglés masticao’ hasta que lo dirigen. Reconozco que a veces veo a la gente como ayuda a turistas y pienso “eah pero si le rinden pleitesía”. Pero así somos.
Fuimos a un local decorado con puros salseros boricuas y quería retratar algunas fotos que colgaban de las paredes como la de Charlie, Papo, Jerry y don Rafel, y la de Andy Montañez. Después de retratar me indicaron que estaba prohibido. Yo, bien “contenta” les dije que retrataba por retratar porque fotos de ellos tengo hasta en mi celular. Situaciones –tal vez triviales- como esta me hacían querer más mi patria en donde si viene un extranjero y quiere retratar algo nosotros mismos le tomamos la foto.

Un día en un supermercado a mi amiga se le cayó una revista en los pies de un guapo colombiano y ella se dobló a recogerla pero se asombró de que el hombre no hiciera ni gesto de ayudar. Luego de mala pata se me cayó mi botella de agua, nuevamente en los pies del hombre y el, movió su pie derecho. Fue lo único que hizo. Ahí volví a pensar, en mi país, podía ser el tipo más  irrespetuoso y me daba la botella de agua aunque fuera sin mirarme a la cara.
Luego de dos semanas inolvidables por lugares maravillosos ya era hora de regresar. Extrañaba tanto el acento boricua como al mofongo. Tan pronto llegamos a Panamá y nos disponíamos a abordar escuché a mis espaldas una voz que dijo: “mere que es la que hay, ya estamos ready pa’aboldal” y me desbordé de emoción. Era un aparente cantante de música urbana boricua que iba directo a abordar mi mismo avión pero en primera clase. De verdad que no se si era cantante pero tenía el look y el blin blin. En ese momento comencé a escuchar otras voces. “Acho estoy loco pol comel arro' y habichuelas”, “Muchacha si deja que lleguemos que te voy a lleval pa’allá”, fueron alguna de las frases que escuché de otros boricuas listos a abordar. Me alegró escuchar nuevamente mi acento.
Dos semanas fueron suficientes para recordarme que mi patria es linda, solidaria, chévere, servicial, trabajadora, alegre y espectacularmente turística. Al aterrizar cantaron el himno y aplaudieron. Decían con más fuerza que querían comer pasteles o alcapurrias. Vi que no éramos las únicas. Que el sentimiento es fuerte y colectivo. Que cuando un boricua se va, siempre recuerda a su nación, su música, sus costumbres…que es rico estar de vuelta y que te reciban los flamboyanes en su máximo esplendor y los amigos con cariño acumulado por dos semanas de ausencia.
Qué maravilloso sería si todos uniéramos este orgullo patrio y sentimiento de afirmación nacional para lograr grandes proyectos de país. Tenemos la oportunidad de ser tan grandes como imaginamos.
Qué rico estar de vuelta, y a dos semanas de haber regresado, estar todavía en esa etapa infatuación que no me permite ver fallas ni problemas imposibles. Otro Puerto Rico es posible, yo lo sé.

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No quiero llevar una mala impresión de Colombia ni de los colombianos. Resalto experiencias que me chocaron. Cada país tiene su forma de ser y pues, nosotros somos de una manera y ellos de otra.  Fue una experiencia divina y agradezco a todos los colombianos que nos ayudaron en nuestra estancia y nos hicieron sentir cómodas y felices en todo momento. Fueron muchos los que me dijeron que no fuera para allá porque no era seguro, pero ningún lugar es seguro.  Pienso que son injustos con Colombia y han creado más alarma de la debida…y como dice su slogan: “El riesgo, es que te quieras quedar”.

Comentarios

  1. karla, me ha gustado tu escrito, a la verdad que uno extraña la patria al par de dias de estar de viaje.

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