Abrazo

Fue a los 12 años que aprendí la grandeza de un abrazo. Los daba -y doy- a diario automáticamente. En esa ocasión una amiga de séptimo grado me dedicó una de esas fotos de escuela donde salíamos desastrosas y en su mensaje me decía: "gracias por todos tus abrazos porque son importantes para mí". Desde ese día veía a mis compañeros al saludarse y nadie se abrazaba sólo se daban besos en los cachetes y chocaban sus manos.
Recuerdo que me pregunté, "¿será que los abrazos son sólo para ocasiones especiales?" No duró mucho el análisis y continué por la vida besando y abrazando al que me diera la gana.
En estos días globalizados una escuela en New Jersey ha prohibido que sus estudiantes se abracen. Cuando leí la noticia me cuestioné cómo se irían a saludar y si los besos también estarían vedados. La directriz vino a consecuencia de "contactos físicos inadecuados" entre alumnos. A lo que añaden, que: "con la nueva regla se pretende velar por la seguridad y el bienestar de los y las estudiantes."
Entre tanta tecnología y rapidez, disturbios, problemas, historias de terror y mil situaciones complejas un abrazo es un respiro. No imagino la vida sin abrazos. Pobres estudiantes que son condenados a ser indiferentes y fríos.
Los abrazos, contrario a lo que piensan los directores de esa escuela, proveen seguridad y bienestar. Creo que esa descripción es la más acertada que existe, sin embargo son el motivo de su restricción.
Recuerdo que mis abrazos pasaron de la escuela a la IUPI y allá también alguien me dió las gracias por mis abrazos. En aquella ocasión pensé: "a lo mejor es de otro pueblo y no está acostumbrado". Luego me acompañaron en menor escala en la maestría, allá no tenía tantas amistades y el tiempo para compartir era limitado, entre estudios y trabajo.
Sí recuerdo todos los abrazos que le di a mi compañero de trabajo Juan durante 3 años y medio. Juan era agricultor pero vendía perfumes conmigo en una tienda por departamentos. Sus manos ásperas y grandes no encajaban con su profesión en aire acondicionado. Era un ser humano maravilloso, izquierdista, revolucionario, comelón, subversivo y solidario. Un abrazo a las 5:25pm a mi llegada y otro a las 9:15pm a la salida. Creo que esos eran los mejores momentos de mi jornada laboral.
Durante esa época recuerdo que Andy Montañez fue rechazado por abrazar a Silvio Rodríguez. El issue fue grande. Para mí era una estupidez. Escuché a Andy en una entrevista decir que él era así, que le gustaban los abrazos. Ni corta ni perezosa fui a una misa de aguinaldo de Padre Pedro porque Andy tendría una participación. Me levanté a las 4:00am y al terminar la misa fui directo a donde Andy y sin pensarlo le di un fuerte abrazo. El se quedó pasmao' pero respondió cálidamente a mi abrazo. Le dije que fui exclusivamente a abrazarlo, que la vida era muy corta y no quería que pasara algo y me quedara con las ganas de abrazarlo. Inmediatamente volvió a abrazarme con un brillo en sus ojos que aún conservo. En ese segundo abrazo, abracé a Silvio a través de Andy.
Los días han seguido pasando y no he tenido un solo día sin dar un abrazo. Ya no iba a la universidad, ni trabajaba en una megatienda. Los abrazos se habían reducido. Éramos solo mi socia y yo en una oficina en el corazón de Hato Rey.
De vez en cuando dos queridos amigos de escuela y de vida me visitaban y nos abrazábamos fuertemente, tal y como siempre.
Un día recibí una llamada diciéndome que mi amigo Juan había muerto. Quedé triste de por vida. Siempre estuve por visitarlo en su finca en Lares o visitarlo en el counter de los perfumes...pero no se dió. El se fue antes. Recuerdo la última vez que hablé con él, fue por teléfono y por ahí le envié un abrazo. ¡Cómo me gustaría dárselo hoy!
Un abrazo.

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